jueves, 9 de agosto de 2012

CAMINO A LA ESCUELA


El camino a la escuela  desde mi casa es corto . Pero, en ese entonces, o eramos muy chicos o el mundo era muy grande.
Recuerdo cosas que ya no existen: La larga hilera de siempreverdes en el frente de una casa muy cercana  que, en los días de lluvia, tenía un olor especial a tierra húmeda y melancolía. Recuerdo el quiosco de Adrian (Imagina) donde comprabamos los Naranjú, que no podían faltar en unos bolsillos repletos de envoltorios de golosinas ( yo las comía sigilosamente, escondiendo el dulce bajo el banco, no por tener sapos en la barriga sino por pura verguenza).
Las figuritas de diez centavos, que se pegaban con plasticola, también podían adquirirse en "lo de Adrían". No puedo olvidar que en el paquete podían venir, entre otras,  las imagenes de Dick Tracy, Guillermo Francella o Bugs Bunny con la camiseta de San telmo. Una especie de sopa donde lo imaginario y lo real se mezclaban.
Y asi era también la vida.

¿Quién no miró, al menos una vez,  por la ventana del aula los días de lluvia esperando ver a algún duende y, en cambio, veía a un vendedor de seguros con las orejas puntiagudas?
¿No estabamos seguros (valga la redundancia ), en tal caso, que en realidad se trataba de un duende camouflado?
¿Porque los días de lluvia?
Porque sí. Y porque la lluvia aun se entrometía en nuestras vidas sin provocar un "la puta madre".
La lluvia e que se divertía suspendiendo partidos de futbol.
La lluvia era "otra cosa" y todavia pienso que es una extensión del patio de la infancia.
Era faltar a la escuela, cazar ranas en las plantas, dejar que las canaletas escupan nuestras cabezas sintiendonos dichosos. O era unas largas botas de explorador, saltar charcos inmensos, ver que caras ocultan los paraguas.
Los adutos escapaban a la lluvia.
Yo me recuerdo inmutable, anclado en la tormenta, mientras mamá me tiraba del brazo.

Durante el camino a la escuela a veces nos acompañaba un pensamiento al que llamaremos "hoy le voy a decir"  o, en su defecto, "hoy me estampará su firma".  cuando ese pensamiento fragil (ese fuego timido) nos acompañaba, lo tomabamos fuerte de la mano para que no se escape y, sin embargo, apenas entrabamos al aula aquél parlanchin pecoso se iba corriendo y era reemplazado por otro que recibirá el nombre de "mejor otro día".

Todo era perfecto. Nada puede fallar en un mundo donde el hada de los dientes es más importante que Bill Gates.
Y no importaba quienes eramos ni quienes seriamos. Podiamos entrar y salir de un daleque y ser huracanes, cocodrilos y astronautas. Pero, eramos poetas sobre todas las cosas.


El camino a la escuela era observado por un sol. Pero, no era el mismo sol que ilumina como un farol las calles repletas. Era un sol secreto,diminuto, de bolsillo, importante. Todas las mañanas nos tocaba el timbre o  nos golpeaba la puerta.

El trayecto hacia la escuela comenzaba antes de que termine el inspector Gadget. Y, en ocasiones, era una larga carrera para no llegar tarde. También era encontrarse  un complice, la felicidad de una supuesta desinfeccion o una supuesta amenaza de bomba. Por esto, debiamos desandar el camino antes de lo previsto decorados con una risa imposible de borrar con Liquid Paper (estoy seguro de que tengo complices en esto).

EL camino a la escuela no era un camino. Era una barranca que nos deslizaba, las vias de un tren antiguo, una autopista espacial.

Otro día hablaré sobre el camino de vuelta. Ahora me es imposible. Nunca volví.

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